En la actualidad, el sector audiovisual domina el mercado de la comunicación y el entretenimiento. Un mercado en el que hay miles de productoras, cada una de ellas, con la intención de sacar a la luz sus proyectos. Nos encontramos en una guerra. Una batalla por sacar adelante al menos uno de ellos. En toda guerra hay héroes. Valientes que adoptan el papel protagonista. Son ell@s los que al final de la película salvan al mundo, les ponen la medalla y se llevan al chic@. Esta historia la conocemos. La industria del cine nos la ha contado infinidad de veces con innumerables y diferentes protagonistas. Sin embargo, pensamos que hay una figura que es necesario rescatar de las montañas de metraje de celuloide. Un personaje sin el cual, las historias que vemos en las películas, no serían lo mismo. Queremos rescatar al héroe anónimo, al soldado desco- nocido. El que acompaña al protagonista en su viaje, y le ayuda con su dedicación y buen hacer a conseguir su sueño. Bien podría ser el Sam de Frodo o el Watson de Holmes, o Clint Eastwood en Gran Torino, que con su apellido, Kowalski, nos acerca a todos esos personajes. Es el momento de poner nombre y apellidos a nuestro desinteresado amigo. Su nombre tiene que hacer justicia a todos esas personas reales o ficticias. Un nombre que debe ser sinónimo de pasión, de fuerza y valentía. Para ello, que mejor que un color. Un color en un país. El país de los hombres apasionados, de Julio Cesar, de Leonardo da Vinci y Marco Polo. Donde el color rojo se convierte en Rosso y da forma a nuestro apasionado soldado, nuestro héroe sin medalla, nuestro protagonista en la sombra